jueves, 6 de diciembre de 2007

La lucha


La imagen está tomada sobre hojas de adelfa (Nerium oleander L.), un domingo de mayo de hace un par de años. En ella podemos ver un nutrido grupo de pulgones amarillos sin alas, probablemente de la especie Aphis nerii, clavando su aparato bucal transformado en estilete y extrayendo así la dulce savia que corre a presión por el floema de la planta. Su anatomía incluye un invento exclusivo, un par de conductos negros que llamamos cornículos o sifones, por los que expulsan gotas de melaza: esto es un líquido azucarado que supone el exceso de lo que han chupado de la planta y su pequeño cuerpo no ha podido asimilar o retener, y que les sirve para entretener y despistar a las inquietas hormigas cuando éstas aparecen por la colonia. Estos individuos tan aparentemente inofensivos son capaces de transmitir virus tan letales como el de la Tristeza de los cítricos -aunque en la península no se les ha visto sobre estos árboles- y, más comúnmente, de producir deformaciones en hojas y disminuir la capacidad fotosintética, con todo lo que ésto revierte en el debilitamiento de las plantas.


Sin embargo, no es protagonista en esta fotografía el festín dominical que se puedan estar dando una familia de pulgones de la adelfa. En seguida captamos el horror de la escena cuando nos fijamos en el otro festín, el que se están dando un par de larvas de sírfidos (dípteros, como las moscas) con los propios pulgones. Desde que salen del huevo buscan al pulgón con ansiedad, mueven la ciega cabeza a un lado y a otro hasta que su boca encuentra a un incauto, el cual es inmediatamente devorado por el ancesrtral método de succión de jugos vitales, exactamente lo mismo que hace el pulgón con la planta. Probablemente la madre díptera hizo la puesta de los huevos en un punto estratégico, guiada por el instinto y antes de que la colonia llegara a ser lo que fue después, como el inversor que huele el negocio y compra sus acciones antes que nadie. Mejor, como el promotor inmobiliario que adquirió esos terrenos en medio de la nada y a los que, al cabo del tiempo, llegaron dos centros comerciales y tres autopistas de peaje. Comen vorazmente durante apenas dos semanas y después se van a pupar y se transforman en otra cosa con alas. Mientras tanto, cada larva ha levantado por los aires y ha devorado casi seiscientos pulgones.


Los sírfidos adultos, alados, son importantes insectos polinizadores. Vuelan durante el día de flor en flor succionando el néctar donde lo haya, pero, además, necesitan el polen y, en concreto, una proteína contenida en él, indispensable para la maduración de sus órganos sexuales y, por lo tanto, para la supervivencia de su especie. Siendo así, que el díptero necesita a la planta de forma tan vital y puede sentir la obligación de cuidar de ella, uno se pregunta si lo que vemos en la foto es un simple acto de supervivencia o si se trata de una venganza.


El género Aphis fue nombrado por vez primera por el gran Linneo, en 1758. La especie Aphis nerii fue descubierta en 1841 por Boyer de Fonscolombe. Si pinchamos sobre la imagen para ampliarla podemos ver el último esfuerzo del pulgón por zafarse del sírfido, al expulsar una gota de melaza por uno de los sifones, como si pudiera entretener al perro con ese hueso. Pobres monstruos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se irán los crueles dioses con anteojos,
los peludos carnívoros con libro,
los pulgones y los pipipasseyros.
Y cuando esté recién lavado el mundo
nacerán otros ojos en el agua
y crecerá sin lágrimas el trigo.

(Pablo Neruda)